En un lugar del lejano Oriente vivía una triste princesa, a la cual se le escapaban los suspiros. Atrapada en su habitación amargada y dietraída pensaba en lo que llevaba casarse con un desconocido rey de la Arabia más violenta.
Se sentía como una flor marchita en un jardín de rosas, inexistente y perdida. Se le pasaba por la cabeza una y otra vez lo difícil que resultaba vivir en esta valle de lágrimas, donde lo mejor que le puede pasar es que cese el dolor, obtener la liberación: morir.
Cuando estaba aburrida y sola, intentaba resolver todas las preguntas que se proponía.¿Qué iba a pasar con todas aquellas criadas que la servían?. Aquellas maravillosas personas que le enseñaron modales y a vivir cada momento. ¿Qué iba a pasar con todos aquelos días jugando al escondite por el frío castillo? Y sobre todo ¿Qué iba a pasar con Gonzalo? Aquel amante que ella tenía el cual todas las noches entraba y le hacía sentir como una rosa en un campo de flores marchitas.
Todas estas cosas iban a terminar, todos esos sentimientos y sonrisas ella sabía que nunca iban a volver.
Otras veces tumbada en la cama no dejaba de imaginarse cómo sería su vida allá en Arabía, oscura y lejana.
La princesa está triste ¿Qué tendrá la princesa? Se preguntaba Gonzalo acariciándole sus infinitas piernas.
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